Papá Noel en apuros – José Riofrío | Cuento navideño
La víspera de navidad, por los altavoces de la escuela, anuncian la llegada de Papá Noel. Los niños estallan de alegría al saber que trae hermosos juguetes y fundas de caramelos.
Los niños más pequeños aparecen vestidos de pastores. Otros más grandes, se presentan disfrazados de Reyes Magos. Una niña de tez blanca, representa a la Virgen María. Otro viste de San José y conduce al inquieto asno, que no está acostumbrado a estar entre tanta gente.
Papá Noel hace su aparición por la puerta principal. La carga que lleva sobre las espaldas le impide mantenerse erguido. Con su mano diestra, en medio de aplausos, saluda al público. El fervor religioso crece cuando dice el conocido “Jo-jo-jo Feliz Navidad”.
El hombre de los regalos es de baja estatura pero fortachón. Lleva puesto un saco rojo, un pantalón del mismo color y zapatos negros. Sobre su cabeza está una peluca blanca y sobre ella, un gorro rojo, largo, con una borla también blanca en la punta. Tiene una barba larga y frondosa. Un bigote negro que va de lado a lado de la cara. Sobre sus ojos lleva puesto un par de lentes. En el contorno de su estómago tiene un ancho cinturón negro, que le da más fuerzas para recorrer con el pesado bulto de regalos.
Los niños se acercan y lo abrazan. Preguntan qué clase de juguetes les ha traído a regalar. Palpan los regalos para adivinar el contenido. Otros niños más grandes pretenden alzar la carga, pero comprueban que es muy pesada.
Papá Noel continúa el recorrido por los alrededores de los patios. A pesar de estar visiblemente cansado y sudoroso, no para de caminar un solo instante, pronunciando “jo, jo, jo, jo…”
La sirena indica que los niños deben formarse en los patios. El pesebre en honor al Niño Jesús se encuentra ubicado al frente de todos.
Papá Noel, antes de que empiece el programa, descarga el pesado bulto de regalos. Lo esconde en un aula, detrás del armario más grande. Apresurado se dirige al bar para tomar un refrigerio que calme su angustiosa sed. Pero cuando regresa por el bulto, se topa con la ingrata sorpresa de que le han robado los juguetes. Lo busca por todo el sector. No puede creer que aquel bulto tan pesado haya sido sustraído en pocos segundos.
El directivo, al observar el rostro pálido de Santa Claus, le pide que se tranquilice. Le manifiesta que él personalmente aplicará algunas alternativas de investigación. Le asegura que pronto dará con el culpable.
El directivo institucional con el presidente de padres de familia revisan todos los rincones y bodegas. Resuelven entrevistar a un grupo de niños para recabar información. Llevan a diez niños, los más inquietos, hacia la oficina de la dirección.
El director es el encargado de realizar la entrevista:
—Manuelito, tú estuviste abrazando a Papá Noel, mientras descansaba. ¿Viste el lugar donde escondió la carga de juguetes?
—¡No señor director! Yo solo me acerqué a Papá Noel a preguntar si había traído un juguete para mí. Me dijo que sí y me fui.
El director observó detenidamente a los demás niños.
—Miguelito, ¿viste quién se llevó los juguetes que trajo Papá Noel?
—¡Yo solo quería un regalo para mí!
Otro niño levantó la mano. El director procedió a entrevistarlo.
—Tú, Danielito, ¿sabes quién se llevó los juguetes?
—Solo Dios sabe quién se los robó. ¡Ahora no tendremos navidades!
El director y el padre de familia preguntan a los demás niños y cada uno desconoce lo sucedido.
Al no encontrar indicios de responsabilidad, deciden dar por finalizada la entrevista. Los niños salen para continuar el programa navideño.
Los padres de familia, al conocer la lamentable noticia, se llenan de rencor. Dicen que el dinero invertido en los regalos fue contribución de ellos. Unos piden que Papá Noel sea apresado hasta que devuelva el dinero. Un buen grupo increpa a Papá Noel, con gritos y amenazas para que devuelva la plata, pero él es pobre y no tiene dinero para devolver. Otros, le sugieren que consiga un cartón vacío, que lo introduzca en una funda y que finja cargar los regalos, para que continúe amenizando la fiesta.
Los niños tendrán que quedarse sin recibir regalo navideño. Tal vez el comportamiento de sus hijos no fue bueno. Esa podría ser la causa para que el Divino Niño no les conceda sus regalos.
Después del programa navideño, el cura inicia la Santa Eucaristía en honor al Divino Niño. El cura aprovecha el sermón y pide a quien haya tomado los regalos, que los devuelva para entregarlos a los niños. Ninguna persona da una respuesta. El sacerdote recalca, que nadie debe apoderarse de los bienes ajenos, que aquel acto constituye un pecado. A continuación, invita a los fieles a elevar una petición a Dios para que aparezcan los regalos perdidos. Pide que todos pronuncien con voz fuerte y profunda:
Portentoso divino Niño Jesús,
Tú que reinas el universo de Dios,
Acoge las súplicas de los feligreses,
Que desean tener tu amor y misericordia.
Deposita en nuestras manos humildes,
Los regalos, que nos llenan de felicidad.
Amén.
Hacen el pedido. Les da la bendición e inmediatamente pronuncia: ¡Podéis ir en paz!
Antes de la misa, una comisión de profesores, al saber de la pérdida, habían salido a hacer gestiones en la ciudad para que la Reina del Cantón donase a la escuela juguetes y caramelos para todos los niños. La Reina había aceptado.
Lo informan antes de que los niños vuelvan a sus aulas. La lluvia de aplausos no se hace esperar. Hasta el director de la institución agradece a la Reina por su gesto con los niños. Todos se aprestan a pasar a sus respectivas aulas.
Cuando de pronto unos profesores encuentra de la parte baja de la tarima, donde estaba el pesebre, aquel bulto de juguetes y caramelos que Papá Noel había perdido.
Padres de familia y niños dejan escapar sus lágrimas. Agradecen al Divino Niño Jesús, por el milagro de haber duplicado la cantidad de caramelos y juguetes para sus hijos.
La comisión de profesores y padres de familia, va al aula donde aún se encontraba Papa Noel. Le piden disculpas por las ofensas lanzadas y le cuentan el milagro de la duplicación de regalos.
Papá Noel ni siquiera levanta la mirada del piso.
por José Salomón Riofrío
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