La virgen se dio la vuelta (relato sobre el triunfo del Auquitas)
Llamé a mi nieto para pedirle que me acompañara al estadio. Dijo que mejor durmiera temprano porque una historia de 70 años no se cambia en noventa minutos y que, además, no tenía la camiseta Adidas del Aucas.
Entonces con chompa y bufanda me fui solo. Sin haberlo imaginado me encontré con varios amigos que fueron por lo mismo. No los había visto hace muchos años. Estaba entre tantos, José, el soñador de siempre. Ahora lo hacemos, dijo.
No hubo goles pero fue suficiente. El Tuca que era el abuelo de los jugadores y nos representaba, levantó la copa de oro blanco. Desde la cancha, muy cerca de nosotros, eufórico, fue a enseñarnos. En el pitazo final, saltando nos abrazábamos.
Ya vez, dijo José, en Chillogallo, con miles de viejos pobres como nosotros hicimos la revolución que tanto soñamos, no fue posible hacerla afuera porque otros se la llevaron. La virgen desde el panecillo, al sur siempre nos dio la espalda.
Regresé feliz al asilo para comunicar la novedad y encontré a todos dormidos. Las botellas de cerveza sobre el piso, la tele prendida. El Bonafón seguía poetizando. No les hizo falta llegar a los dormitorios. Voy a esperar que amanezca para comunicarle la noticia a mi nieto.
Roberto Proaño